Otoño en Madrid. Hojarascas y basuras

hojarascasA veces las imágenes describen mil veces mejor incluso a los vocablos que los definen. En español empleamos las palabras detritos, deshechos, restos… pero eso solo son generalidades que a su vez engloban a elementos muy distintos. Ahí en la foto tienen juntos, por obra y gracia de los tiempos que vivimos y los gobernantes que nosotros mismos nos hemos dado, dos tipos de restos situados en los extremos del arcos. Hojarascas que encarnan toda la belleza del otoño y basuras que son alegoría de las miserias de nuestra sociedad.

Desde luego, esa foto sintetiza muy bien el momento que vivimos. Es otoño en Madrid, en todos los sentidos.

Koinés

Dicen que algo bueno se saca de todo. Y parece que es verdad, incluso de la estupidez nacionalista que aqueja a este país desde hace ya demasiados años. Junto con todos los desastres que ha causado y sigue causando, al menos me parece que a buena parte de la población (la no nacionalista de ninguna de las layas) nos ha quitado bastante la tontería de enojarnos cuando algún extranjero se dirigía a nosotros en inglés. Y me explico.En las horas previas a la Nochevieja, como es mi costumbre, me pasé por el garito de siempre para tomar una copa y saludar al dueño y el personal. Estaba ya casi todo el mundo de retirada cuando entró una pareja muy joven, imagino que alemanes o austríacos. Él, que iba muy borracho, se dirigió a mí en alemán. Yo le contesté que no le entendía, con cara de entre perplejo y mosqueado. Entonces la chica, bastante más sobria, me preguntó en inglés. Y yo le respondí en el mismo idioma. Sí, si podían tomar una cerveza, aún quedaba media hora para cerrar. Y luego aún le traduje a la camarera, que no sabe inglés.Antes, bastante gente se tomaba muy a mal que un extranjero le entrase, de buenas a primeras, hablando en inglés. Eso, es una tontería, el inglés, como el español, es una koiné, un idioma de comunicación. El español está muy extendido, qué duda cabe, pero si alguien llega a España y no sabe español, por defecto se dirige a los de aquí en inglés. Usted y yo haremos lo propio cuando vayamos a Rusia o Camboya, por poner un par de ejemplos, si no conocemos el idioma local. Sí luego resulta que el de allí no sabe inglés, mala suerte, ya nos apañaremos por señas.Ahora, asume que se dirijan a él en inglés los de fuera, si es que no saben español. Por eso digo, aunque sea como reacción a las políticas de jumento de algunos, algo hemos ganado los demás…

Lesiones incompatibles con la vida

Antes, cuando alguien moría en un accidente, nos decían que los servicios de emergencia, dada la gravedad de las lesiones, no habían podido hacer nada por salvar su vida. Ahora ya no: ahora nos cuentan que «presentaba lesiones incompatibles con la vida». Supongo que al menos, esta versión tan eufemística, tiene una lejana base lógica, la de eximirse de cualquier responsabilidad: sin no pudo hacer nadie nada, tal vez fue porque no se podía… o tal vez por error o negligencia. Pero, si las lesiones eran incompatibles con la vida, como fuese haciendo milagros, nadie lo hubiera resucitado. Tal vez una forma más de ponerse un poco a salvo de demandas o polémicas.

            Pero, como frase, sigue siendo una solemne chorrada.

Corrientes del idioma

El idioma puede ser un como un barco entregado a diversas corrientes que le llevan por caminos a veces extraños. Esas corrientes pueden ser espontáneas, pero no siempre lo son necesariamente y ya se ha señalado más de una vez. Tampoco la evolución, el derrotero que traza el idioma es siempre el mejor, o siquiera mínimamente estético, al menos a ojos de unos cuantos, entre los que me encuentro.

Para abrir boca, aunque supongo que ya se me ocurrirán más corrientes que hacen derivar el barco del idioma, propongo aquí dos.

La primera está provocada por los bienpensantes, sin duda alguna, y es todo un clásico en el idioma español. Es esa manía de cambiar por pudor las palabras, eliminando acepciones antiguas por encontrarlas peyorativas. Si digo que es corriente antigua es porque ya está identificada desde hace mucho tiempo, aunque al parecer en nuestros días no hace otra cosa que ganar en intensidad. Es aquello de sustituir viejo por anciano y éste por mayor, al considerar la primera peyorativa. Ya hace muchos años se sustituyó cojo por mutilado, o ciego por invidente. El colmo supongo que lo da esa evolución sin fin que ha llevado de inválido a impedido a incapacitado y de éste a discapacitado y ahora creo que van por algo así como persona con movilidad restringida, aunque supongo que no será la última entrega.

            La otra corriente, clarísima, es esa que, por alguna razón, tiende a alargar las palabras de forma innecesaria. Antes siempre se ofrecían empleos, ahora en cambio se ofertan. Supongo que esta corriente es fruto de la simple necedad.

            A veces las dos corrientes señaladas se funden en una sola, muy poderosa. Se suman la mojigatería lingüística con las ganas de construir palabros innecesarios. ¿Un ejemplo muy claro? Me contó un amigo hace pocos días que en las empresas la gente ya no se marcha, o la despiden, sino que se desincorporan. Sin palabras.

            Y eso es todo de momento, ya seguiremos balizando esta agua.