No es el Amor quien muere

No es el amor quien muere,
somos nosotros mismos.
 
Inocencia primera
abolida en deseo,
olvido de sí mismo en otro olvido,
ramas entrelazadas,
¿Por qué vivir si desapareceréis un día?
 
Sólo vive quien mira
siempre antes sí los ojos de su aurora,
sólo vive quien besa
aquel cuerpo de ángel que el amor levantara.
 
Fantasmas de la pena
a lo lejos, los otros,
los que ese amor perdieron,
como un recuerdo en sueños,
recorriendo las tumbas
otro vacío estrechan.
 
Por allá van y gimen,
muertos en pie, vidas tras de la piedra,
golpeando impotencia,
arañando la sombra,
con inútil ternura.
 
No, no es el amor quien muere.
 Luis Cernuda
 

 

Ven Muerte…

 

Ven, muerte, tan escondida
que no te sienta conmigo,
porqu’el gozo de contigo
no me torne a dar vida.
 
    Ven como rayo que hiere,
que hasta que ha herido
no se siente su ruido,
por mejor hirir do quiere.
Assí sea tu venida;
si no desde aquí me obligo
qu’el gozo que havré contigo
me dará de nuevo vida.
 

Comendador Escrivá (1475-1525)
 

Un cruce algo fatídico

El lunes pasado, atropellaron a un empleado de la limpieza en la plaza que tengo aquí, a pocos metros de mi casa. Eran las seis de la madrugada y el pobre hombre murió. Lo cierto es que esa plaza es bastante favorable a los accidentes de ese tipo, aunque no se hayan producido muchos. Me explico: los coches bajan por López de Hoyos y, algunos, si quieren girar a la izquierda, por la Gran Vía de Hortaleza, lo hacen con los ojos puestos en la derecha, atentos a un posible coche que llegue saliendo del túnel de Costa Rica. Así que girando hacia la izquierda, y mirando a la derecha, es muy fácil llevarse por delante a un peatón que justo en ese momento esté cruzando la Gran Vía.

            No digo que ese fuera el caso del lunes de madrugada. Pero a mí, que en los últimos tiempos tiendo a ir por la calle pensando en mis cosas, cruzando con el semáforo abierto a peatones, por dos veces a estado a punto de aplastarme un idiota que bajaba girando así, más atento a evitar un golpe de chapa que a atropellar a la gente.

            El caso es que, si esto fuese un relato de terror, uno casi podría llegar a pensar que esa zona está un poco sedienta de sangre. En la parte en que Lopez de Hoyos vuelve a subir, pasado ya el cruce, hubo una casa baja hace muchos años, tantos que no creo recordar siquiera cuando estaba en pie, sino simplemente el solar que había dejado tras la demolición. Ahí hubo un pozo, en la parte que fuera el patio de la casa. Estaba cegado cuando yo jugaba con otros chavales del barrio por esos descampados (entonces lo eran). En aquel pozo había muerto un niño, hijo de los propietarios de la casa. Se había caído al pozo y ahogado, una muerte que creo que hace sólo unas décadas era bastante común en España.

            Entonces había mucho campo y la Gran Vía de Hortaleza no era más que una gran franja de terreno arenoso que contorneaba el barrio de casas bajas. Ahora todo está edificado, claro. Tampoco diré dónde estaba con exactitud el pozo de marras. Por la ley de Murphy, seguro que entra en esta bitácora alguien que ahora vive justo encima, y lo mismo es aprensivo, y cada vez que se acueste le da vueltas al tema te tener la cama, en vertical, sobre aquel pozo maldito. Así que lo vamos a dejar aquí y en eso, que la casa estaba por la cuesta aquella.

Ávila-Salamanca III. El astronauta de la catedral, texto.

Aunque parezca mentira, ese astronauta esté en uno de los pórticos de la catedral de Salamanca. Es muy famoso allí y todos los que visitan la ciudad acaban reparando en él. Pero, quienes no lo conozcan, que no se asombren. No se trata de ningún descubrimiento asombroso de la ufología. No bajaron los dioses extraterrestres a levantar esa mole de piedra arenisca que es la catedral. Se trata simplemente de que, cuando los canteros reparan algo, introducen algún elemento nuevo para que se sepa que es obra nueva y no original. Y alguien tuvo el detalle cachondo de poner ese astronauta flotando entre las imágenes sacras del pórtico.

            Seguro que en alguna revista de ufología poco sería de algún país remoto aparece ya el astronauta como muestra de la visita de extraterrestres en siglos pasados.

Ávila-Salamanca III. Puerta del Alcázar, texto

Ahí está, una de las puertas de esa muralla medieval que tanto gusta a los turistas que acuden a Ávila. Dentro se conserva todo un casco antiguo que hace las delicias de los visitantes. Pero parece que el pasado aún se ancla más de lo que podríamos creer. Fijaos si no en esa figura acurrucada en la puerta, pidiendo. Claro que más que medieval, la estampa sería renacentista. Porque esa no es la imagen de un menesteroso, sino de un pícaro, pícara en este caso, uno de tantos falsos mendigos que tanto abundan por España, como en el Siglo de Oro.

            Los antiguos chinos daban una mano de palos a los falsos pordioseros que pillaban. Habrá quienes lo consideren un castigo muy duro, pero lo cierto es que una actividad así, lejos de ser una pillería menor, torpedea lo que siempre ha sido el mecanismo final de solidaridad entre las gentes: la limosna. Cuando hay plaga de pedigüeños profesionales, y desde hace años es el caso, uno se retrae de dar.

            En fin, por lo menos esta vez les he sacado yo un poco de jugo, y sin pagarles nada. Así que aquí os dejo lo dicho, una estampa de la Puerta del Alcázar, con pedigüeña agazapada bajo los arcos y todo.

Ávila-Salamanca II. El león de Guadarrama, texto.

Ese león de granito está en una columna de la misma piedra, en el Alto de los Leones. A un lado, las montañas caen hacia Madrid y, al otro, hacia Segovia. Pero yo no diría que vigila la frontera. No parece de esos leones de piedra alertas, sino de los cansados y un poco hartos. Tal vez sea lo normal. El tiempo ha ido erosionando el granito y los avances le han dejado en mitad de una isleta rodeada por las pistas de la N-VI. Tiene un mesón a un lado y al otro un bar ya abandonado. Le rodean los bosques de la sierra y aunque antes cualquiera que viajase desde Madrid hacia el norte pasaba a su sombra, ahora hay muchos que ni le conocen: toman siempre por el túnel, aunque no tengan prisa, preocupados siempre por llegar lo antes posible al destino. Y así sucede que ya nunca pasan bajo la mirada del león de Guadarrama.

Ávila-Salamanca

Fue un viaje por Ávila y Salamanca de un par de días –el 11 y el 12 de abril-, en compañía de un amigo. Un periplo modesto, lo sé, si lo que se tiene en cuenta son los kilómetros recorridos. Parece que en esto de viajar, como en casi todo, se ha impuesto un criterio olímpico: se trata de batir marcas y lo que importan son la distancia y lo exótico del destino. Se nos olvida que, a veces, un paseo de casa al mercado puede ser toda una aventura, llena de descubrimientos. Pero, para eso, es necesario tener los ojos y el talante de los viajeros.