De «Poema Anillo» de Jorge Guillén

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Desde la sombra inmóvil, la almohada

brinda a los dos, felices, el verano

de una blancura tan afortunada

que se convierte en sumo acorde humano.

Los dos felices, en las soledades

del propio clima, salvo del invierno,

buscan en claroscuros sin edades

la refulgencia de un estío eterno.

Hay tanta plenitud en esta hora,

tranquila entre las palmas de algún hado,

que el curso del instante se demora

lentísimo, cortés, enamorado.

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