Dos libros para el día del Libro

Feliz día del libro a todos, amigos.

espejo-de-salomon4Cada vez somos más los escritores que hacemos algún regalo, oferta y similar por el día del libro. Este me ha pillado bien liado así que solo se me ocurre poner los dos libros que tengo en Amazon al precio mínimo posible, 0,99 céntimos durante esta semana, para el que quiera aprovechar. Ya armaré algo más original el año que viene, prometido. Aquí os dejo los enlaces.

A disfrutar del día, amigos de la lectura.

El espejo de Salomón

Los lugares secretos

Cosas que los ebooks permiten

Las experiencias con los libros electrónicos, por mi parte, no han podido ser más satisfactorias. No estamos hablando tanto de dinero, pues que es un mercado que, aunque en alza, sigue siendo en facturación todavía marginal respecto al papel. Esta vez y sin que sirva de precedente, hablamos de lo creativo y también de interrelación con los lectores. Por ejemplo, con motivo de publicar en amazon El espejo de Salomón, saqué durante dos días Los lugares secretos a precio O en la misma Amazon. El libro, mientras estuvo así se colocó en el número 1 de las descargas, y luego ha andado sobrenadando entre el puesto sesenta y el doscientos en ventas. Ha sido una experiencia curiosa.

Y el haber publicado esos dos libros en electrónico me ha llevado por fuerza a revisitarlos. Eso siempre para un escritor es algo muy particular. Reencontrarte con tu propia obra, llenarte de satisfacción a detectar ciertos logros y de insatisfacción también cuando encuentras algo que ahora haría de forma que consideras mejor. He revisado ambas novelas, tratando de ser fiel a mi principio de que la revisión no puede alterar de forma drástica la novela. No por una razón. Ahora soy escritor de una forma y entonces lo era de otra. Es casi como entrar en la obra de otro autor, el que tú eras antes. Y cuando eso ocurre no puede ir uno «a saco», para entendernos. Pero sí puede mejorar, añadir algo aquí, cortar algo allá, etc.

Y esta vez han sido las dos novelas. No: Los lugares secretos no es la continuación del Espejo de Salomón como me han preguntado muchas veces. Son dos thriller históricos y comparten algunos personajes. Incluso la protagonista del Espejo de Salomón, Alejandra Espinosa, es personaje secundario en Los lugares secretos. Pero aparte de lo dicho, los dos libros no tienen más en común que el deseo de hacer pasar buenos ratos de lectura a quienes acceden a ellos, no tramas, ni situaciones.

Los lugares de «Los lugares secretos» VI. El palacio Pittamiglio y la Quimera de Atlántida

En su viaje al Cono Sur, en Los lugares secretos, Jacobo Artola visita dos lugares fascinantes situados en Uruguay. Son los que aparecen en las fotos que acompañan a este post y de ellos cuento en la novela, muy de pasada:

«El Palacio Pittamiglio, el de fachada con forma de proa y Victoria alada, era obra de un arquitecto tan adinerado como excéntrico, Humberto Pittamiglio. La levantó en Montevideo a comienzos del XX, en la Rambla –el paseo marítimo-, la vía más larga de la ciudad. El interior del palacio es laberíntico y parece responder a claves alquímicas, arte arcana de la que el arquitecto Pittamiglio, prohombre del Uruguay de su época, era gran estudioso.

En cuanto al Águila, llamada en origen la Quimera, fue encargo de otro millonario extravagante, Natalio Michellezzi, y se encuentra en la localidad de Atlántida, al este de Montevideo, ya en la costa atlántica. Allí se refugiaba a leer y meditar. Lo curioso del caso era que, aunque edificada en los cuarenta, el edificio concitó en seguida toda clase de leyendas fabulosas. Unos decían que fue cubil de contrabandistas, otros que los nazis la construyeron durante la II Guerra Mundial, algunos que era obra de los supervivientes del crucero Admiral graf Spee, hundido por la flota inglesa en el Río de la Plata, en diciembre de 1941».

Es asombroso, ¿verdad? Un edificio tan reciente como la Quimera de Atlántida fue capaz de dar en seguida mitos sin ninguna base real sobre su origen y los motivos de su construcción. Mitos que todavía circulan. ¿Cómo no esperar que eso ocurra con edificios más antiguos o sobre los que tenemos menos datos? Supongo que la naturaleza humana es así. En todo caso ese nombre de La Quimera, no pudo ser más acertado, no.

Los lugares de «los lugares secretos IV». Los jardines del Capricho

Los Jardines del Capricho están presentes en más de una de mis novelas. Reconozco que me fascinan. Es sin duda el parque más bello de todo Madrid, y eso que Madrid tiene la suerte de tener parques muy hermosos. Un capítulo de Los lugares secretos se ambienta ahí y la elección, lo reconozco, fue sobre todo estética. Pero desde luego, un lugar tan rico en simbología y tan misterioso no podía faltar en esa novela.

Gente muy erudita ha estudiado y estudia la estatuaria, los edificios, la propia composición de los jardines. La creación de jardines se encomendaba en el siglo XVIII a personas que cuidaban hasta el último detalle de disposición. Algunos de ellos han desaparecido: se han cambiado estatuas de sitio, se han plantado y cortado árboles, etc. Y otros nos pasarían con frecuencia desapercibidos. Por ejemplo. Hay que entrar al interior del Pabellón de Baile, cosa que no es fácil, y abrir los ventanales para darse cuenta de que todo fue diseñado para que, con ese acto, las ventanas pareciesen de verdad cuadros. Es algo que les muestro en la foto que tienen a la derecha.

La foto de arriba a la izquierda es el archifamoso templete de Baco. Templete que, por cierto, en un principio era de Venus, pero luego las estatuas fueron cambiadas de lugar.

Pero no quiero liarme dando pormenores ni anécdotas sobre Los jardines del Capricho. Sería absurdo, habiendo tanta y tan buena documentación. Pasen por allí si pueden, no se arrepentirán. Eso sí, solo se puede visitar en sábado o domingo y con limitación de visitantes para evitar deterioro, o al menos deterioro excesivo.

Vayan, no se arrepentirán. Y no teman, no tendrán un encuentro tan difícil como el que sufre Claudia en la novela. Ah, por cierto, la última foto es también el Capricho. Se trata de una de las galerías del gran bunker subterráneo construido por la defensa de Madrid durante la Guerra Civil del 36. Se eligió el emplazamiento por su cercanía al aeropuerto de Barajas y por tanto, por contar con la protección de las defensas antiaéreas del mismo. Aunque no les hizo falta, porque los nacionalistas del general Franco jamás sospecharon de su existencia.

Pero lo dicho, que me lío. Vayan si tienen oportunidad. No se van a arrepentir. Si viven en Madrid, acudan. Si no, cuando la visiten, lo olviden incluir un paseo por ese lugar. Y si eso tampoco es posible, pues un vistazo a las excelentes galerías de fotos que hay en Internet les darán una panorámica del lugar. Distinta de la del paseo, pero igual de sugerente y con otros matices, los que solo la fotografía puede dar.

Anterior: Los lugares de Los lugares secretos III. La Gran Vía madrileña.

Los lugares de «Los lugares secretos» III. La Gran Vía madrileña.

Como menciono en algún otro lugar, y creo que en su día comenté en alguna entrevista, la primera semilla de Los lugares secretos nació mientras caminaba por la Gran Vía de Madrid. Fue al levantar la cabeza y reparar, por algún motivo, en las cúpulas, los detalles arquitectónicos, la estatuaria fabulosa que adorna y corona a los edificios. Tener ante los ojos no es igual a ver. Y para alguien como yo, que nació y creció en Madrid, todo eso se acabó por volver invisible a fuerza de cotidiano.

La Gran Vía y la historia de algunos de sus edificios flota sobre parte de la novela. Se ha señalado (muchos lo hemos notado antes de haberlo leído y oído) el parentesco obvio entre la Gran Vía y el centro de Buenos Aires. No es extraño, ya que ambos son fruto de una época y unas tendencias arquitectónicas y estéticas concretas. Se mencionan algunos edificios de la Gran Vía en Los lugares secretos. Si eso les abre el apetito, que sepan que existen algunos buenos libros al respecto. Yo me permito recomendar dos de Carlos de San Antonio Gómez: El Madrid del 98 y El Madrid del 27. No están dedicados a la Gran Vía, pero dado que hablan de edificios emblemáticos de esas épocas, se recogen ahí algunas de las construcciones más señeras de esa calle.

Calle, por cierto, llamada Gran Vía, no por su anchura, sino en sorna. Llevaba tanto tiempo hablándose de ella, proyectándose la demolición de viejas manzanas para abrir la arteria, que la gente de Madrid, en chufla, comenzó a llamar al proyecto «la Gran Vía», de la misma forma que ahora nos burlamos de proyectos ridículos pero ampulosos calificándolos como «el Escorial».

Hubo que tirar hasta 40 manzanas para construir la calle. Se hizo en tramos y épocas, lo que queda reflejado en sus diferentes edificios, de estilos de épocas distintas. También tuvo que sobrevivir a épocas duras. Durante el asedio de Madrid, en la Guerra Civil, los nacionalistas del general Franco y sus aliados alemanes e italianos se ensañaron bombardeando la avenida. Sus edificios monumentales sobrevivieron y corre la especia de que los proyectiles disparados contra la Gran Vía no explotaban en muchos casos. Fallaban al detonar mucho más que si se lanzaban sobre otras zonas. Un misterio más. Aunque los hubo que sí explotaban, como se puede ver en las fotos que nos quedan de la época.

En fin. Merece la pena pasearse por la Gran Vía con otros ojos. Regodearse en los detalles. Alzar la mirada y disfrutar de esos lugares secretos del centro de Madrid. Ocultos a fuerza de estar siempre a la vista.

Anterior: Los lugares de Los lugares secretos II. Esfinges en Madrid.

Los lugares de «Los lugares secretos» I: Un ángel cayendo

Madrid tiene fama de ser la única ciudad con una estatua al diablo, aunque en realidad es a Lucifer en el momento de, tras su rebelión y derrota, ser arrastrado al abismo y convertirse en demonio. Por eso está representado en forma de ángel y la obra se llama «El ángel caído».

Pero Madrid cuenta también con otra curiosa estatua de un ángel cayendo. Aunque esta es mucho más moderna y se titula en realidad «accidente aéreo». Está en el centro de la capital, en la confluencia de la calle de los Milaneses con Mayor y representa a un ángel que se desploma tras chocar contra alguno de los rascacielos de lo que hace años se convirtió ya en urbe enorme. Enorme al menos para lo que era Madrid en tiempos.

Se menciona a esta estatua en Los lugares secretos. Es de pasada y como ilustración de la estatuaria fabulosa que puebla los techos de Madrid y que tanta importancia tiene en la novela.

Ir a Los lugares de Los lugares secretos II. Esfinges en Madrid

Los lugares secretos, disponible en ebook en tienda amazon kindle

La seguridad social de los superhéroes

He tenido un pequeño pero curioso intercambio de correos electrónicos con una librería virtual. Curioso porque he tenido que demostrar que yo soy yo, y por tanto el titular de un libro mío que, libre de derechos, estoy a punto de poner a la venta en ebook.

Vaya por delante que la librería ha obrado como debiera. Para aquellos que no lo saben, León Arsenal no es mi nombre de pila (pila bautismal, lo cual no quiere decir que no sea mi nombre real. Es tan real mi alias de escritor como mi nombre de bautizo). Pero, como es lógico, si un señor sube el libro de en apariencia otro señor y pretende cobrar por ello, lo que hace un comerciante responsable es cercionarse de que hay alguna razón legítima para esa disparidad.

Satisfecho el trámite, el libro ha seguido su proceso y saldrá a la venta en unas horas, si no surge un incidente nuevo. Pero me he quedado con la copla, porque no me digan que no es curioso el suceso. Más porque en parte he podido demostrar que yo soy yo gracias a elementos que en el pasado lograron enfurecerme.

¿Cuáles? Pues por ejemplo la wikipedia. En el pasado, en algún momento, pusieron en la entrada correspondiente mi nombre de pila –insisto, León Arsenal es tan nombre real como el de pila o el apodo con el que me llaman todavía mis amigos de la juventud- y eso logró cabrearme. Me parecía una intromisión en la intimidad y de hecho a través de un amigo logré que se eliminase por un tiempo, justo invocando el derecho a la intimidad. Después volvió a aparecer porque el nombre de pila estaba referenciado en algunos periódicos y por tanto ya no podía acogerme yo a tal derecho.

Y mira por donde que esté ahí me ha venido –además de otros elementos- más que bien para probar el vínculo entre mi alias de escritor y mi nombre de pila. Y de ahí el título de la entrada. Así se explica uno que los superhéroes no estén en la seguridad social. Supongo que tampoco cobrarán pensión, al menos pensión de superhéroe. Y eso no está bien. Porque, después de todo, uno puede presentarse, por ejemplo, a elecciones políticas con su alias.

Sí, no se asombren. Yo mismo lo he hecho. Ese derecho a usar alias, sobrenombres y variantes en elecciones políticas en España es un resabio de nuestro pasado. De que durante años hubo gente en la clandestinidad –en tiempos de la dictadura del general Franco, claro- usando nombres falsos por seguridad. Por eso, una vez llegada la Democracia, se permitió concurrir a elecciones con los nombres por los que eran esos veteranos conocidos por sus conmilitones. O al menos, esa es la explicación que me dieron.

Pero no desvariemos. Quería contarles la anécdota y ya lo he hecho. Y de paso, siguiendo las normas más básica de lo que ahora se llama Social Media, he aprovechado para dejar caer de forma nada agresiva que estoy a punto de sacar un libro en ebook. ¿Cuál? En unas horas lo comento, si algún contratiempo técnico no lo retrasa.