Ávila-Salamanca III. Puerta del Alcázar, texto

Ahí está, una de las puertas de esa muralla medieval que tanto gusta a los turistas que acuden a Ávila. Dentro se conserva todo un casco antiguo que hace las delicias de los visitantes. Pero parece que el pasado aún se ancla más de lo que podríamos creer. Fijaos si no en esa figura acurrucada en la puerta, pidiendo. Claro que más que medieval, la estampa sería renacentista. Porque esa no es la imagen de un menesteroso, sino de un pícaro, pícara en este caso, uno de tantos falsos mendigos que tanto abundan por España, como en el Siglo de Oro.

            Los antiguos chinos daban una mano de palos a los falsos pordioseros que pillaban. Habrá quienes lo consideren un castigo muy duro, pero lo cierto es que una actividad así, lejos de ser una pillería menor, torpedea lo que siempre ha sido el mecanismo final de solidaridad entre las gentes: la limosna. Cuando hay plaga de pedigüeños profesionales, y desde hace años es el caso, uno se retrae de dar.

            En fin, por lo menos esta vez les he sacado yo un poco de jugo, y sin pagarles nada. Así que aquí os dejo lo dicho, una estampa de la Puerta del Alcázar, con pedigüeña agazapada bajo los arcos y todo.

Ávila-Salamanca II. El león de Guadarrama, texto.

Ese león de granito está en una columna de la misma piedra, en el Alto de los Leones. A un lado, las montañas caen hacia Madrid y, al otro, hacia Segovia. Pero yo no diría que vigila la frontera. No parece de esos leones de piedra alertas, sino de los cansados y un poco hartos. Tal vez sea lo normal. El tiempo ha ido erosionando el granito y los avances le han dejado en mitad de una isleta rodeada por las pistas de la N-VI. Tiene un mesón a un lado y al otro un bar ya abandonado. Le rodean los bosques de la sierra y aunque antes cualquiera que viajase desde Madrid hacia el norte pasaba a su sombra, ahora hay muchos que ni le conocen: toman siempre por el túnel, aunque no tengan prisa, preocupados siempre por llegar lo antes posible al destino. Y así sucede que ya nunca pasan bajo la mirada del león de Guadarrama.

Ávila-Salamanca

Fue un viaje por Ávila y Salamanca de un par de días –el 11 y el 12 de abril-, en compañía de un amigo. Un periplo modesto, lo sé, si lo que se tiene en cuenta son los kilómetros recorridos. Parece que en esto de viajar, como en casi todo, se ha impuesto un criterio olímpico: se trata de batir marcas y lo que importan son la distancia y lo exótico del destino. Se nos olvida que, a veces, un paseo de casa al mercado puede ser toda una aventura, llena de descubrimientos. Pero, para eso, es necesario tener los ojos y el talante de los viajeros.

Nublado

Dentro de un ratito me voy, a tomar un avión a Oviedo. Se trata de una presentación de mi última novela en la librería Cervantes. Ir y venir en el mismo día. Si hay algo que me pone melancólico –será por algo supongo, pero no sé el qué- es estar a punto de emprender viaje, aunque sea corto, y asomarme a la ventana para descubrir que no sólo es aún de noche, sino que el tiempo es desabrido, hace frío y llueve, y las calles están tristonas y mojadas.