Última Roma. Proyecto de libro en papel «incrustado» en la Red.

Ha llegado la hora de que mostremos eso en lo que un buen montón de gente ha (hemos) estado trabajando durante buena parte de este año 2012 que ya declina. Y he querido dar aquí una de las primicias del asunto. En esencia hemos trabajado para crear lo que dice el título: una novela que, aunque en lo literario es una de las de toda la vida, en conjunto se puede considerar una obra «incrustada» en Red.

Aquí coloco, para abrir boca, uno de los vídeos que forman parte del Proyecto Última Roma. Es obra de Pedro Luis Barbero y, aunque no cuenta todo lo que este incorpora, sí que logra una excelente síntesis en menos de dos minutos. Es difícil no captarlo con un vídeo así, al primer vistazo.

 
[youtube http://www.youtube.com/watch?v=ZFAKb3SEwK8]

 

Como el secreto de aburrir es contarlo todo y el secreto de estragar es contar demasiado de golpe, iré ampliando, dando detalles y pormenores de lo que se dice ahí y de lo que también está pero no se menciona. Eso lo haré en entregas sucesivas.

Baste ahora decir que el método empleado en sí no es nuevo. Ya se ha usado en algún libro como el de Nastasha Kampush para dar material adicional, en uno español, juvenil, del que por desgracia no recuerdo el nombre para crear un juego adicional, etc. Pero siempre ha sido desde el concepto del libro enriquecido o ampliado. Eso es muy interesante, pero nosotros buscábamos otra cosa. Si esos libros se puede decir que siguen en literatura la estela de los DVDs (con sus esceñas extras, making of, etc.) nosotros nos hemos inspirado en las Webs para abrir acceso a entradas en wikipedia, mapas, paneles, ensayos y libros completos y toda una serie de videos, estos sí rodados exprofeso…

Tiempo y entradas tendremos de explicarlo. Por cierto que espero vuestros comentarios, públicos o privados, con sumo interés.

Última Roma. Pionera en Bookteasers

Ahora que empezamos la promoción de la novela Última Roma, en las fases previas al lanzamiento, previsto para el 5 de noviembre, nos hemos atrevido a lanzar un teaser de la novela. Pero un teaser de verdad, no un booktrailer soltado antes de la edición. Esto es nada común o inexistente, al menos en España, y no parece haber tampoco gran cosa fuera de ella. Me explico:

Un trailer es más explicativo, más largo, introduce al espectador/lector en la obra, aunque no hace falta destriparla, claro. Un teaser es breve y no busca contar nada sino despertar la atención de ese espectador/lector. La idea de lanzar algo así ha sido, claro, de Pedro Luis Barbero, que se ha ocupado de todo el área audiovisual de este Proyecto Última Roma. Porque hay un «Proyecto Última Roma» y tiene toda un área audiovisual. Pero para la explicación del proyecto, que es una sorpresa que esperamos resulte muy grata, tendréis que esperar a la semana que viene.

Entre tanto, aquí tenéis el teaser. Bookteaser, algo en lo que, como en otros campos -como la semana que viene comprobaréis-, nos podemos considerar pioneros con Última Roma. Pioneros en el sentido de los primeros en explorar sus posibilidades reales.

[youtube http://www.youtube.com/watch?v=C7MY_qfngAk]

Última Roma. La portada

Quiero presentaros aquí, en primicia, la que es la cara de mi nueva novela. Última Roma.

Tiempo tendré de contaros qué contiene desde el punto de vista literario, y también todas las innovaciones tecnológicas que le hemos incorporado y que creemos que hacen del libro algo hasta ahora no intentado nunca.

Pero ahora es momento para un post visual. Espero que os guste esta portada, clásica y dinámica a un tiempo. Espero opiniones y comentarios.

La génesis de una novela

¿En qué momento surge la primera chispa, el embrión de una novela? Eso es algo que de ordinario uno no sabe con certeza. Hay excepciones. Ya he comentado en más de una ocasión que la idea de escribir La boca del Nilo nació de una alusión casual de mi buen amigo Alfredo Lara. Mencionó la expedición que envió Nerón a Nubia y las fuentes del Nilo. Y esa fue la semilla que llevó años después a esa novela.

No es lo más habitual. Lo normal es que algo visto, oído, leído, pensado, caiga al fondo de la memoria y ahí, o bien madure, o se sume a otros pequeños elementos y en un momento dado encaje. A mi juicio, la génesis de una novela se parece bastante a la de una planta. Una semilla se sumerge en tu inconsciente, ahí se nutre y en un momento dado irrumpe en tu consciencia. Unas veces asoma como un tallo tímido y otras sale arrolladora como la mítica mata de judías del cuento del gigante.

Pero, aunque no podamos a menudo señalar el momento en que cuaja el embrión de una novela, sí que podemos marcar etapas. Etapas que para cada escritor son distintas, pero que van dando consistencia, materializando en nuestra propia consciencia la obra.

En mi caso, algunas de esas etapas están muy claras. Cuando el primer capítulo está hecho, la primera revisión de la primera parte, el primer borrador…. Cada uno de esos hitos hace más sólido, más tangible al libro.

Y para mí hay un punto de inflexión claro. Algo que marca el paso de lo intangible a lo intangible. Las puertas del libro como objeto físico, como volumen de páginas y tapas. Ese punto es el recibir de la editorial hojas impresas con las correcciones ortotipográficas y sugerencias. Ahí, amigos, hay una bisagra. Eso marca no solo una etapa, sino el comienzo de un nuevo tramo en la elaboración de un libro. Y es por eso que esta vez quise recoger ese texto que suele acabar en el libro, destruido o reutilizado una vez que acaba su utilidad. Y que sin embargo tan importante es en el viaje de un libro.

Cosas que los ebooks permiten

Las experiencias con los libros electrónicos, por mi parte, no han podido ser más satisfactorias. No estamos hablando tanto de dinero, pues que es un mercado que, aunque en alza, sigue siendo en facturación todavía marginal respecto al papel. Esta vez y sin que sirva de precedente, hablamos de lo creativo y también de interrelación con los lectores. Por ejemplo, con motivo de publicar en amazon El espejo de Salomón, saqué durante dos días Los lugares secretos a precio O en la misma Amazon. El libro, mientras estuvo así se colocó en el número 1 de las descargas, y luego ha andado sobrenadando entre el puesto sesenta y el doscientos en ventas. Ha sido una experiencia curiosa.

Y el haber publicado esos dos libros en electrónico me ha llevado por fuerza a revisitarlos. Eso siempre para un escritor es algo muy particular. Reencontrarte con tu propia obra, llenarte de satisfacción a detectar ciertos logros y de insatisfacción también cuando encuentras algo que ahora haría de forma que consideras mejor. He revisado ambas novelas, tratando de ser fiel a mi principio de que la revisión no puede alterar de forma drástica la novela. No por una razón. Ahora soy escritor de una forma y entonces lo era de otra. Es casi como entrar en la obra de otro autor, el que tú eras antes. Y cuando eso ocurre no puede ir uno «a saco», para entendernos. Pero sí puede mejorar, añadir algo aquí, cortar algo allá, etc.

Y esta vez han sido las dos novelas. No: Los lugares secretos no es la continuación del Espejo de Salomón como me han preguntado muchas veces. Son dos thriller históricos y comparten algunos personajes. Incluso la protagonista del Espejo de Salomón, Alejandra Espinosa, es personaje secundario en Los lugares secretos. Pero aparte de lo dicho, los dos libros no tienen más en común que el deseo de hacer pasar buenos ratos de lectura a quienes acceden a ellos, no tramas, ni situaciones.

Enseñar vs Aprender

Hace unos días tuve un cambio fructífero de emails con un lector a propósito de ciertos escritos en este blog. Todo fue a causa de que me escribió para felicitarme por algunas entradas que he incluido sobre el escribir. Y a continuación me animaba a seguir por ahí e indicaba que le enseñaba mucho.

Antes de continuar, he de decir que esta persona, a la que no mencionaré, sabe que he voy a colgar este post y está de acuerdo. Faltaría más, después de que se tomó la molestia de escribirme.

Y el tema es que no estoy de acuerdo en absoluto con que yo enseñe nada en mi blog. Otra cosa es que algunas personas aprendan. Pero no siempre hay una relación biunívoca entre enseñar y aprender. Lo discutí con este lector y al comentar tal discusión con una buena amiga el otro día, le di la siguiente explicación.

No siempre enseñar se corresponde con aprender. Y el ejemplo perfecto es el del burro. Si yo me sitúo detrás de un burro y este me suelta una coz, habré aprendido algo. Habré aprendido que no hay que colocarse detrás de un burro. Sin embargo, el burro no me coceó con ninguna intención didáctica. Vamos, que el burro no trataba de enseñarme nada y sin embargo yo aprendí algo.

Esto es lo que hay. No tengo ninguna intención didáctica en mis entradas en este blog. Cuando hablo del escribir estoy compartiendo con ustedes reflexiones, experiencias habidas. Si alguien aprende, me alegro, pero no oriento lo que escribo a enseñar.

¿Y el caso contrario? ¿Cuándo uno enseña y el otro no aprende? Ocurre en los talleres de literatura. Justo porque son eso, talleres, yo jamás he impartido en ellos clases magistrales. Se trata de trasmitir la experiencia acumulada, en ayudar a desarrollar recursos y habilidades. No se trata de impartir conocimientos.

La fórmula de los gases nobles es única. Eso no ocurre con el escribir. Cada autor tiene sus propios temas recurrentes, sus maneras de escribir, sus gustos en materia de narración y estructura. Es algo que los hace únicos y además efímeros, porque un mismo escritor va cambiando con el tiempo.

Y si son asistentes a un taller de literatura es que buscan crecer como escritores. Llegan abiertos, receptivos, y eso les hace vulnerables. Vulnerables a los que gustan de sentar cátedra. De dar marcos teóricos en los que establece qué es buena literatura y qué no. Con fórmulas magistrales no se ayuda la gente a abrir sus cauces creativos. Todo lo más se generan clones. En ocasiones, el afán excesivo de enseñar de algunos consigue que los demás no aprendan.

Ritmos de escritura

A veces la escritura de una novela se ralentiza. Uno se atasca en la redacción, rehace capítulos una y otra vez porque no acaba de estar satisfecho. En fin, que en ocasiones te desesperas porque tus planes de producción no se cumplen ni de lejos.

Pero ocurre que a veces es para mejor. No hablo, claro, del bajón creativo, del pantano en el que algunos escritores a veces caen. Por cierto que, incluso cuando hay una bajada, lo mejor es seguir escribiendo, no importa que luego descubras que has estado todo el día para escribir un par de párrafos influmables.

Sin embargo, ahora estoy hablando de que a veces las novelas, sus ideas base, sus estructuras, líneas argumentales, etc., necesitan cierto tiempo para cuajar. Las hay que salen muy rápido, al punto de que parece que se arman ellas solas. Otras requieren más esfuerzo.

Comparto esta idea con vosotros porque justo ahora estoy enfrascado en una novela de fantasía. En realidad un proyecto de serie (nunca he escrito una serie y me va apeteciendo medirme con un empeño así); el mismo que dejé aparcado hace unos meses para escribir una histórica. Y no estoy cumpliendo los plazos que me puse ni de lejos.

Lo cierto es que ya el hecho de aparcarla y demorarla ha sentado bien a la historia. He vuelto a ella con una óptica algo distinta. Y ahora ocurre que al ser una novela de fantasía, al haber ideado todo un mundo, de continuo surgen facetas, ideas nuevas, que enriquecen la narración. También me surgen inconvenientes, reparos que me pongo a mí mismo y que he de solucionar.

La novela gana. Gana aunque el precio está en que su elaboración se alarga. Pero no le tiene a uno que pesar por ello, aunque a corto plazo se desespere. Algún día escribiré una entrada sobre la falacia de que escribir un libro no cuesta nada. Es verdad que un escritor, si quiere meter diez mil romanos más en una batalla, lo tiene más fácil que un cineasta. Pero escribir un libro requiere un aporte de recursos. Y eso es algo que a veces se olvida. Incluso algunos escritores lo olvidan.

Pero eso será ya materia de otra entrada, quizá la siguiente. En esta quería compartir esto: que también la demora a veces es parte de los recursos del escritor. Te atascas porque tu olfato, tu instinto asesino dice que no estás sacando toda la tajada que debieras a la novela. Y por eso parece que remas en arena. Luego, cuando la obra está hecha, ves que es para bien.

Todo lo cual no quita para que, a pesar de mi reflexión mesurada, hace un rato estuviera tirándome de los pelos, porque la mañana ha discurrido con una escritura lenta, escasa, de la que no he acabado de estar satisfecho. Es otro de los recursos que tienes que estar dispuesto a aportar cuando escribes. Los episodios de desesperación, por fortuna breves, como erupciones.

Ciegos, piratas y frikis

Cuando uno interioriza, medita, explora su propio interior, descubre gran número de cosas insospechadas o incluso olvidadas. Cuando uno teclea su propio nombre en google, puede ocurrir que se encuentre con lo que ni de lejos sospechaba.

Eso me ocurrió a mí anoche. Tengo la costumbre de buscarme cada x tiempo en Google para leer comentarios, críticas, también para detectar sitios piratas donde puedan estar colgando mi obra. Pero ni en sueños podría haber sospechado que algún sujeto pudiera colgar todo el audiolibro de mi novela Máscaras de matar.

Sí, como lo leen. La novela entera, dividida en archivos sonoros, colgada en una página de podcast de lo más respetable que sin duda ignora que ese material vulnera la ley de la Propiedad Intelectual. Pueden comprobarlo pinchando AQUI.

Supongo que el friki de turno no se habrá dedicado a locutar él toda la novela. Si así fuese sería un salto cualitativo en la piratería. Ya no sería digitalizar un libro. Y entonces lo mismo me encuentro un día con toda una superproducción pirata de La boca del Nilo, rodada en escenarios naturales y sin mi permiso.

Desde luego, si un tipo se ha molestado en locutar todo un libro mío para colgarlo pirata es para, por lo menos, invitarle a comer (de menú, eso sí) antes de denunciarle o partirle la cara, según me pille el día.

Pero no. La locución es de calidad profesional, así que supongo que lo que han hecho es piratear el audiolibro generado por la ONCE para sus afiliados. Como esos audiolibros son de consumo interno, una de dos: o algún miembro de la ONCE ha abusado de las condiciones de uso y le pasó copia a un amiguete, y este lo colgó, o el pirata es directamente miembro de la ONCE.

Digo abuso porque para generar esos audiolibros la ONCE recurre a uno de los límites contemplados en la ley de la Propiedad Intelectual, que así se lo permite. Pueden tomar un libro y, sin negociar con autor o editor, pasarlo a formatos necesarios para sus afiliados, como el braille y los archivos sonoros. Vaya por delante que ese límite a la LPI me parece muy bien. No se puede privar a un segmento de la población del acceso a material cultural del que dispone el resto solo por diferencias comerciales.

Lo que ya no me parece tan bien es la nula educación que muestra la ONCE en este tema. Porque pilla los libros que quiere y no avisa a los autores de ello. Y sin embargo somos los que los parimos. Aunque peor es que desde ahí saliera el intento de cambiar la ley para, encima, poder vender esos audiolibros o libros en braille en Latinoamérica.

Alegaban que el proceso les genera unos costes y que así amortizarían. Pues miren, no. Ya lo que faltaba. ¿Es que a los autores y editores no nos genera costes? Una cosa es que pretendieran, ya que está hecho el libro, extender sus beneficios a ciegos de países de habla hispana, algunos de ellos con muy pocos recursos. Y otra cosa es pretender cobrar por el trabajo ajeno, o sea, de gente como yo.

Era una digresión, pero que viene muy al caso. Pero está claro que, al menos aquí, la generosidad y la solidaridad siempre han de ser armadas, porque si no te toman por primo y te tratan como tal. Bueno, pues el caso es que por ahí anda el audio. A mí, en lo comercial, no me perjudica en absoluto, por las razones antes indicadas. Pero lo mismo que el beneficio no siempre es económico, cosa que tiende a olvidar la ley a menudo, también a veces hay otros perjuicios que no tienen tanto que ver con el dinero.

Además, todos debemos poner nuestro granito de arena en ciertos temas. Parte del problema de la piratería la tiene la dejadez de autores, que somos los titulares de los derechos, y aún más las editoriales, que tienen los derechos de explotación de las obras y que debieran actuar de forma más eficaz y coordinada. No es el caso, insisto. Aquí –tampoco digamos culpable- es la ONCE, que imagino que en caso de saberlo tampoco movería un dedo.

Así que, aunque como he dicho, no me perjudica o incluso si o pienso bien, una difusión así me beneficia, tendré que dar los pasos precisos para al menos intentar que eso se retire. Porque en el cómputo global salimos al final todos perdiendo.

Los lugares de Los lugares secretos II. Esfinges en Madrid

Introduje como elemento escénico en Los lugares secretos las esfinges justo por lo que un protagonista comenta en la novela: porque se encuentran bastantes esfinges por todo Madrid. Y hago aquí el inciso de que todo lo que aparece en esa obra sirve de elemento escénico. Tomé edificios reales, con detalles reales, y sus historias reales, a veces fabulosas, dignas por sí mismas de una novela. Pero toda la novela es ficción, las tramas ocultas también lo son y con las relaciones entre sitios, personajes y circunstancias ocurre otro tanto.
Es bonito, es sugerente jugar con todo eso. Y sí, si se pone uno a buscar, encuentra bastantes esfinges por todo Madrid. Es de suponer que su función es decorativa y no protectora. Que son elementos estéticos y no un resabio de viejas prácticas mágicas.
Aquí dejo un par de ejemplos de esfinges por Madrid que se mencionan o aparecen en Los lugares secretos. He obviado a las quizá esfinges más famosas de la ciudad, las que custodian la entrada del Museo Arqueológico, que de entrada no son esfinges sino querubes o algo parecido: espíritus protectores de la antigua Mesopotamia.
El primer ejemplo está en las esfinges en piedra blanca del palacio de Liria. Invito a fijarse en ellas. Son distintas y coronan los pilares que sostienen los enrejados del jardín. La próxima vez que pasen por la calle Princesa –los que vivan en Madrid o la visiten, claro- dense unos segundos y mírenlas.
El segundo caso que he querido poner aquí son las esfinges que guardan la Exedra, en los Jardines el Capricho. Esos jardines ocupan un capítulo de la novela y ya volveremos sobre ellos. Pero de momento nos quedamos con estas estatuas. Son de plomo pintado y se restauraron hace poco. De hecho la Exedra está incompleta porque le falta alguna que otra estatua original que ahí estaba. Hace no tanto el Ayuntamiento de Madrid tuvo la oportunidad de recuperar tales estatuas, pero se negó a pagar la suma que le exigían. No lo hizo cuando luego se han desembolsado fortunas en verdaderas tonterías. Pero lo del Ayuntamiento de Madrid y el dinero es ya una historia de miedo que no está incluida en la novela…

 

Ver entrada anterior Los lugares de los lugares secretos II: Un ángel cayendo.

La seguridad social de los superhéroes

He tenido un pequeño pero curioso intercambio de correos electrónicos con una librería virtual. Curioso porque he tenido que demostrar que yo soy yo, y por tanto el titular de un libro mío que, libre de derechos, estoy a punto de poner a la venta en ebook.

Vaya por delante que la librería ha obrado como debiera. Para aquellos que no lo saben, León Arsenal no es mi nombre de pila (pila bautismal, lo cual no quiere decir que no sea mi nombre real. Es tan real mi alias de escritor como mi nombre de bautizo). Pero, como es lógico, si un señor sube el libro de en apariencia otro señor y pretende cobrar por ello, lo que hace un comerciante responsable es cercionarse de que hay alguna razón legítima para esa disparidad.

Satisfecho el trámite, el libro ha seguido su proceso y saldrá a la venta en unas horas, si no surge un incidente nuevo. Pero me he quedado con la copla, porque no me digan que no es curioso el suceso. Más porque en parte he podido demostrar que yo soy yo gracias a elementos que en el pasado lograron enfurecerme.

¿Cuáles? Pues por ejemplo la wikipedia. En el pasado, en algún momento, pusieron en la entrada correspondiente mi nombre de pila –insisto, León Arsenal es tan nombre real como el de pila o el apodo con el que me llaman todavía mis amigos de la juventud- y eso logró cabrearme. Me parecía una intromisión en la intimidad y de hecho a través de un amigo logré que se eliminase por un tiempo, justo invocando el derecho a la intimidad. Después volvió a aparecer porque el nombre de pila estaba referenciado en algunos periódicos y por tanto ya no podía acogerme yo a tal derecho.

Y mira por donde que esté ahí me ha venido –además de otros elementos- más que bien para probar el vínculo entre mi alias de escritor y mi nombre de pila. Y de ahí el título de la entrada. Así se explica uno que los superhéroes no estén en la seguridad social. Supongo que tampoco cobrarán pensión, al menos pensión de superhéroe. Y eso no está bien. Porque, después de todo, uno puede presentarse, por ejemplo, a elecciones políticas con su alias.

Sí, no se asombren. Yo mismo lo he hecho. Ese derecho a usar alias, sobrenombres y variantes en elecciones políticas en España es un resabio de nuestro pasado. De que durante años hubo gente en la clandestinidad –en tiempos de la dictadura del general Franco, claro- usando nombres falsos por seguridad. Por eso, una vez llegada la Democracia, se permitió concurrir a elecciones con los nombres por los que eran esos veteranos conocidos por sus conmilitones. O al menos, esa es la explicación que me dieron.

Pero no desvariemos. Quería contarles la anécdota y ya lo he hecho. Y de paso, siguiendo las normas más básica de lo que ahora se llama Social Media, he aprovechado para dejar caer de forma nada agresiva que estoy a punto de sacar un libro en ebook. ¿Cuál? En unas horas lo comento, si algún contratiempo técnico no lo retrasa.